miércoles, noviembre 16, 2005

Flores del mal. Joris-Karl Huysmans

Como invitado de honor para hablarnos de las bellas extrañezas florales he convocado a Joris-Karl_Huysmans, un querido escritor muy predilecto y amigo de la casa. En concreto quería citar algunos pasajes de “À rebours”, Biblia del decadentismo, modelo de una sensibilidad que se hace estandarte de un refinamiento estético llevado a extremos enfermizos.
En el capítulo VIII, que es el que cito a continuación, Huysmans nos presenta una galería de monstruos en cuerpos de flores exóticas y plantas carnívoras. El protagonista de la novela, Des Esseintes, que encarna la figura del dandy más delirante, se hace traer de varias jardinerías los artificios vegetales más extraños para decorar sus salas, y lo que en un principio era puro deleite sensorial se transforma en un desvarío del personaje sobre lo que representan esas flores, una fantasía onírica sobre la Mujer-Flor y la Gran Sífilis, visión aterradora que pretende devorarle en sueños.


He seleccionado algunas descripciones del capítulo, aunque ha sido ardua tarea, porque el episodio entero es soberbio, pero baste como muestra de su prosa:

"Buscaba flores naturales capaces de reproducir la imagen de las flores artificiales y falsas.
Las había verdaderamente extraordinarias; algunas de un tono rosado, como la Virginal, que parecía recortada en linóleo o en vendas recubiertas de esparadrapo; otras completamente blancas, como la Albana, que parecía formada con la pleura transparente de un buey o con la vejiga diáfana de un cerdo; otras, especialmente la Madame Mame, imitaban las formas del zinc, parodiaban trozos de metal troquelado, teñidos de color verde emperador, ensuciados con gotas de pintura al óleo y con manchas de minio y de cerusa; algunas, como el Bósforo, producían la ilusión de un percal almidonado, moteado de carmesí y de verde mirto; otras, como la Aurora Boreal, presentaban unas hojas del color de la carne cruda, con veras color de púrpura y fibras violáceas; hojas tumefactas que rezumaban una especie de vino azul y de sangre.
Los jardineros fueron trayendo nuevos ejemplares de otras variedades, que presentaban ahora una apariencia de piel artificial surcada por falsas venas. La mayoría, como si estuvieran carcomidas por la sífilis y la lepra, mostraban una carne lívida, amoratada por la roséola, o adamascada por los herpes; otras tenían ese tono fuertemente rosado de las cicatrices cuando empiezan a cerrarse, o ese matiz oscuro de las costras en formación; algunas aparecían como descompuestas por cautiverios o hinchadas por quemaduras; también las había que presentaban una piel vellosa, roída por úlceras y con brotes de chancros; otras, por último, parecían cubiertas de algodones, untadas de manteca negra mercurial, o de ungüentos verdes de belladona, y embadurnadas con el polvo amarillento que deja el yodo.
Los “Echinops” cuyas flores de un rosa muñón repugnante parecían salir de unas compresas de guata; los “Nidulariums” que presentaban en una superficie lisa como la de una hoja de sable unas fosas desolladas y abiertas; los “Tillandsia Lindeni” que mostraban unas cuchilladas melladas, color mosto de vino; los “Cypripediums”, de formas complicadas, incoherentes, imaginadas por un inventor enloquecido. Se parecían a un zueco, a un canastillo, del que sobresaliera una lengua humana, en extrema tensión, como las que aparecen dibujadas en las láminas de las obras que tratan de las enfermedades de la garganta y de la boca; dos pequeñas aletas, de un color azufaifa, que parecían sacadas de un juguete infantil, completaban esta barroca combinación formada por la parte inferior de la lengua, color de heces de vino y de pizarra, y por una bolsita brillante cuyo forro rezumaba una goma viscosa"
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífica prosa, sí. Casi sientes el perfume como una droga.

(La frase que cita Caido es de Oscar Wilde, si no me equivoco)

Nicho dijo...

La literatura anula la vida, la sustituye, creando objetos verbales que viven solos, independientes, puros, eternos, muertos por inmóviles, inmortales.

Como una curiosidad apuntar que el duque Jean de Floressas Des Esseintes, según se dice, es un personaje que se inspira en Robert de Montesquieu, personaje base, a su vez, para la elaboración del barón de Charlus.

Nicho dijo...

Sus obstinadas caminatas terminaban en los muelles podridos de la rive droite pues cruzar el río Sena significaba toparse con todo lo que odiaba: los judíos, los aristócratas, los socialistas y los dandys.

Aura dijo...

Wilde, perfumes narcóticos, Montesquieu, Marcel Proust y los dandys que no quieren tal nombre.

Todo cuadra.