lunes, junio 02, 2008

Aquella Casa

Hotel Casino de l'Arrabassada 2

Hay un suelo ajedrezado al otro lado. Y en medio del salón un pozo esculpido custodiado por un león dormido. Alza la cola arrastrando una capa esponjosa de polvo. Y su pelaje se eriza ensortijado al probar el sabor del nuevo aire que se cuela por la puerta entreabierta.

Nadie me dice que hay que hacer. Reconozco los pasillos y les tiendo la mano. Subo corriendo aquellas escaleras endiabladas que tanto engañan. Otra vez me llevan a una ventana tapiada. Su rostro es demasiado opaco para intentar penetrarlo. Se derrite en regueros herrumbrosos… salivas que florecen en la comisura del alfeizar.

Un dedo alzado me muestra el sueño verde, resiguiendo la textura grumosa del tapiz. Esas bestias equinas y los rododendros… Aquí todos nos perseguimos, de forma involuntaria, al arrastrar cuerpos y volúmenes al desplazarnos. Porque la casa se mueve con nosotros, a veces incluso se contorsiona y grita. Y sonreímos. Con ese asomo de risa que nos hace culpables de su solemnidad.

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Había tanto que descubrir aquí dentro. Y mírame. Me he descalzado y me he puesto a hacer dibujos en el suelo barriendo el suelo con el pie. Absorta en el dibujo que corretea en mis ropas. Por mucho que me hagan señales desde los jirones lastimeros no estoy aquí. Y tal vez no estoy porque siempre he estado aquí, y estaré siempre, palpitando entre capas de cal, tiritando en los desconchones de la pintura. En el recipiente de cristal que arde en el fuego de la caldera. En las torres puntiagudas.

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Si se abre el suelo será consecuencia de mi pestañeo. Y si me acicalo entre escombros verás mi cabellera brillar en los tallos que se cuelan por las rendijas. Yazgo en el fondo de la fuentecilla del jardín, extendiendo mis dedos bajo los cimientos de las antiguas piedras. Absorbo la carcoma y bebo de las aguas más turbias, porque en mí no existen. Se deslizan en el interior de mi ser aniquilando su fantasía, creciendo de nuevo, como buenas nuevas. No es lo que tus ojos ven. Es un decorado francamente distinto al que crees imaginar. Mientras persigues los rayos de luz la visión se descompone, se aniquila.

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Hay un telón. Te lo muestro. Pero te has detenido a recoger algunas piedras, que guardas con avidez en los bolsillos. Yo anochezco. Y guardo para horas más amables estos avisos.

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