martes, junio 08, 2010

Io Sono Anna Manni


El arte de la pintura es repugnante. Me agota, me subyuga, me exaspera. No puedo mirar, pero debo. La curiosidad es mucho más poderosa que ese atisbo de voluntad que conservo. Me refiero a la voluntad puramente física, por supuesto.


Durante siglos, esas imágenes han acumulado poder y más poder, ecos de las miradas que han quedado cautivas en sus entrañas. A través de sus hendiduras se ha abierto la puerta, la única puerta, esa que hemos encontrado tantas veces de improviso, en un rincón de la maleza, o en una mirada ida. Porque la locura es la clave y si no quieren llamarlo locura, llámenlo descontrol o caos… o abismo.


Lo que tengo por cierto es que contemplar obras de arte detenidamente como pasatiempo conduce a una enfermedad, indefinida, de más amplias consecuencias que el Síndrome en sí. Yo la padezco. Estoy atrapada en pigmentos que semejan carnaciones, en jirones de piel confeccionados de manchas blancuzcas y verdes, en plantas que no son plantas pero podrían serlo, podrían ser cualquier cosa que quisieran, formas que se retuercen y me llevan al paroxismo. Sí, se ríen, llenan de voces mi cabeza, o su silencio, me enerva, deliberadamente. Esos artefactos, son un mal remedio para quien necesita de consuelo, el mal que inoculan no tendrá jamás cura, mas al contrario, arrastran una larga convalecencia, de la que sólo se sale en breves intervalos, para coger aire. Para no entender la realidad -ese concepto tan equívoco, ¿no es así?-.


Creo que fue en una novela de Joan Perucho (mi memoria me falla), en que se hacía referencia a una especie de leyenda, de la que no he vuelto a tener noticias. Se decía que muchas de las personas que habían poseído algún grabado original de Piranesi, habían acabado volviéndose locas. No puedo comprobar la veracidad de la leyenda, ni siquiera recuerdo la fuente, pero el recuerdo de esta historia, o en su defecto, su invención por mi mente atribulada, me confirma el mal del que Dario nos cuenta en esa película, que tributa al maestro Hitchcock, ¿por qué sino Scottie seguiría a la rubia Judy Barton al museo?

Ambos perversos van más allá y asocian el mal de la contemplación de la “bellezza” a “Ese Oscuro Objeto”… pero, creo que ese es otro asunto, que obviamente y dada mi condición femenina no puedo acabar de comprender.

3 comentarios:

elpablo dijo...

ay, asia, lo mejor que ha hecho tu padrerl!

Aura dijo...

Sí, está bien paría ;)

Ezra dijo...

Contra Alana, más allá de Alana, yo la buscaba para amarla mejor; y si al principio la música me dejó entrever otras Alanas, llegó el día en que frente a un grabado de Rembrandt la vi cambiar todavía más, como si un juego de nubes en el cielo alterara bruscamente las luces y las sombras de un paisaje. Sentí que la pintura la llevaba más allá de sí misma para ese único espectador que podía medir la instantánea metamorfosis nunca repetida, la entrevisión de Alana en Alana.

Orientación de los gatos-Julio Cortazar.

Un abrazo.